Por Jorge Luis Borges
La diputación de Boedo y
Florida fue motivo de sorna para los más, de traviesa o malhumorada belicosidad
para los empeñados en ella, y de tranquila consideración póstuma para alguno,
que esta vez soy yo.
Rememoro el caso. Básteme señalar, en socorro del olvidadizo o desentendido lector, que allá por los inverosímiles días de la nueva sensibilidad guerrearon dos facciones literarias en Buenos Aires, y que la primera se dijo ser de Boedo y que a la segunda le dijeron ser de Florida.
Rememoro el caso. Básteme señalar, en socorro del olvidadizo o desentendido lector, que allá por los inverosímiles días de la nueva sensibilidad guerrearon dos facciones literarias en Buenos Aires, y que la primera se dijo ser de Boedo y que a la segunda le dijeron ser de Florida.
Paso sobre algún
accidente, por ejemplo, sobre el arriba mencionado, de que los de Florida
debieron esa cortesana designación a una habilidad de sus adversarios, que les
consiguieron, así, toda la disponible malquerencia demagógica de los mirones, y
busco lo esencial. El dilema, como se entenderá, no es ficticio, y puede
rebasar los círculos angostísimos que lo plantearon. La expresión argentina es
una verdad no dudable - no sé si todavía de nuestro querer o ya de lo real-, y
es lícito inquirir si Boedo o Florida, si lo popular o lo educado, han sido más
fundamentales en ella.
Así considerado, el tema
es de tan evidente significación, que no precisaré disculparme más de
encararlo, sino de no atribuirle densos volúmenes. Empiezo por la discusión de
los símbolos. Sospecho que fueron elegidos sin mayor conciencia y que se
atendió más bien a un contraste grueso y de todos visible que a una precisa y
delicada figuración de ambas maneras de arte. Florida, calle del desocupado
paseo y de los saludos, no parece tener vocación de símbolo de una actividad
literaria. Es calle para el "vacuus viator" de Juvenal, vacuo no
tanto de moneda nacional como de zozobras, según la buena voluntad y la buena
latinidad lo requieren.
Es calle de contemplación
y de tránsito, no de realización. Además, la sola contribución de esa rambla al
arte argentino, es de carácter desconcertadamente boedista. Aludo a las
populosas representaciones de Juan Moreyra en la temporada 1890-1891, en el
Jardín Florida, casi enfrente de la casa de Paraguay, donde serán propuestos,
treinta cargados años después, los borradores de otro ya más antiguo y más
sufrido destino gaucho: el de don Segundo. Esos percances de la distinción de
Florida no son accidentales, según espero demostrarlo después. Boedo, como
adverso símbolo de suburbio, es todavía menos afortunado. Boedo y San Juan, con
su crasa conversión al ideal burgués, con la espesa guarangada de sus atestadas
confiterías, con la iluminación lucrativa de sus avisos, con la soberbia de sus
casas de departamentos, no es seguramente el suburbio.
Menos quiero avenirme a
pensar que sea la realizada aspiración de Almagro o de San Cristóbal; las finas
calles de barrio que son interrumpidas por Boedo no pueden entenderla o desearla:
son ya perfectas en su género de felicidad sin escándalo, de modestia valiente.
Triunvirato misma, que es una suerte de repetición de Boedo y que abunda en un
parejo afán mercantil, me parece menos arrepentida de su suburbio. Triunvirato
-pese al cinematógrafo noticioso y a las efusiones desagradables, aunque para
mí sobrenaturales, de la radiotelefonía- cuida todavía sus glorietas de
payadores, y la guitarra es sentenciosa en esas glorietas. (Es que Triunvirato
se lleva mejor con Villa Crespo que Boedo con Almagro).
Pero el más adecuado
símbolo de suburbio sería alguna calle predestinada a subalternidad y a
distancia, alguna calle con mirada de pampa y tapiales claros, no el centro de
un distrito. Sin embargo, la ascendencia o justificación de los símbolos es lo
de menos; lo importante es su aceptación. Aceptemos, pues, esta simbología
ocasional de Florida y Boedo, entendiendo por ésta los elementos plebeyos o,
con mayor cortesía, los populares, y por aquélla los cultos.
(Obsérvese, lateralmente,
a la materia general de esta discusión, que al establecerse el caso dilemático
de "civilización" o "barbarie", el criollismo era el
encargado de la barbarie. Ahora, en esta mínima escaramuza actual de Boedo y
Florida, el criollismo está con los de Florida, y la civilización, el entrevero
inmigratorio, con los de Boedo.) (?)
* DiarioLa Prensa ,
Buenos Aires, 30-09-1928
* Diario
La biblioteca donde trabajó Borges:
Conocida mundialmente por haber sido el lugar donde el escritor se empleó por primera vez, la Biblioteca Municipal Miguel Cané (Barrio de Boedo) constituye una visita obligada para todos los autores que visitan Buenos Aires.